Nilo Casares on 5 Dec 2000 18:45:16 -0000 |
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[nettime-lat] si he entendido bien, esto es un lugar de reflexión |
así que gustaría empezar contrastando un análisis en el que llevo metido un tiempo, me gusta pensar como otros artistas hacen, a la manera del 'work in progress', en desarrollo, sin conclusiones (sobre todo porque no las creo posibles), como se me presenta la oportunidad de poder enfrentar mis reflexiones a otros más capaces que yo, aquí van. espero vuestras aportaciones, gracias. apunte: las notas al pie se señalan con el viejo sistema mecanográfico de situarlas entre paréntesis, lo hago así para poder hacer un envío en texto puro sin el recurso al texto enriquecido, que tantos problemas da a veces. p.s.: aprovecho la ocasión para presentarme. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Angeli Novi L'art moderne a puisé la conscience de sa spécificité dans le grand rassemblement, toutes époques et toutes cultures confondues, opéré par les musées. Les musées ont été inventés par les sociétés démocratiques pour que soient restitués aux peuples les emblèmes de leur génie et les traces de leur histoire. Au travers des musées, l'art moderne est le produit des sociétés démocratiques; il est donc logique qu'il en devienne l'ultime point en fuite quand ses sociétés tout entières s'absorbent de plus en plus dans leur fonction muséographique. (Catherine Millet: L'art contemporaine en France. Paris, Flammarion, 1998. 303). El museo, antes lo intentó con la biblioteca, es el primer lugar que la cultura occidental se otorga para suspender el tiempo en sus objetos, en él se cuestiona la autoridad de un tiempo por nadie puesto en duda en sus vidas pero discutido por todos en nuestras obras; además, la mezcla, impuesta por el capricho científico a las cosas expuestas, consigue que pocos lugares resulten más democráticos y paradójicamente cotidianos (desde una perspectiva del hoy apuntada más abajo) que el inmaculado espacio museístico; así, ver lo angelical encarnarse en un museo resulta tan inmediato como afirmar que a ese mismo museo la vida, y su tiempo, le está vedada; como tampoco resultará raro, por lo dicho, si afirmo que un director de museo es el acomodador de cementerio mejor pagado. Titulo a este bosquejo Angeli Novi en honor al cuadro (1) que, de Klee, Walter Benjamín llevaba en su pequeña maleta cuando decidió quitarse la vida, su aquí y ahora, en un instante nada angélico de la realidad europea. Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende del Paraíso y se arremolina en sus alas y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras un cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo. Tal tempestad es lo que llamamos progreso. (Walter Benjamin: Tesis de Filosofía de la Historia [1940], en Angelus Novus. Barcelona, Editorial Sur, 1970. 82). La condición angélica del hombre aparece cuando las nuevas tecnologías de la información refuerzan el ahora y anulan el aquí de la condición humana gracias a la televisión, teleaudición y la, anunciada como inmediata, telepresencia; todo esto lleva al hombre a una dualidad, ora corpórea ora angélica, de difícil asimilación para el ciudadano común. En la filosofía escolástica se habla de un aquí y ahora de la realidad del hombre, su hic et nunc según esa cima que representa la Suma Teológica de Tomás de Aquino, donde podemos encontrar, también, un minucioso Tratado sobre los Ángeles que, entre las cuestiones 50 y 64, estudia su naturaleza, operaciones y origen. Seguiré, como apoyo, la edición de 1959 realizada en Madrid por la B.A.C. para observar cómo los nuevos tiempos occidentales están trascendiendo ese aquí del hombre, su condición espacial, de dos maneras, porque «no hay para qué hablar de que el ángel sea medido por el lugar ni de que ocupe un sitio en lo extenso, ya que éstas son cosas peculiares del cuerpo localizado, por cuanto tiene cantidad dimensiva.» (Suma Teológica, 1 q.52 a.1). La primera de ellas se da cuando el hombre (occidental) adopta la forma de televidente, teleoyente, teletrabajador, telepresente; así, nuestro autor, apunta que «el ángel puede en determinado instante estar en un lugar, y en otro instante en otro, sin necesidad de que entre ellos medie tiempo alguno.» (1 q.53 a.3), un estado que conduce, en el ciudadano occidental, a un conocimiento de la realidad telescópico. Si la televisión es una ventana al mundo, en ese preciso instante, el mismo mundo se convierte en un patio de colegio y te hace vecino del hombre más lejano (a la vez que te permite odiar a tu vecino físico, pero esto es una consecuencia ético-política que ahora no interesa). Bien, el televidente no tiene un locus propio, su espacio es el mundo completo empequeñecido por su visión telescópica (queda muy bien reflejado el estatuto de la televisión con ese «ver sin estar» tan empleado por Emilio Lledó). Cuando se instaura la sustitución de la ideología por el sentimiento nos encontramos ante el segundo momento de lo angelical que nos transporta a una rotunda disminución del mundo, fruto de la supresión de las fronteras físicas entre estados. Ejemplo, la actual política de solidaridad impone al hombre una razón sentimental basada en la mera distinción entre lo bueno y lo malo sustentada por las ONG, esto nos lleva a la condolencia con quien sufre sin mirar más lejos, tal espíritu piadoso acaba con las barreras, deshace la condición espacial del hombre, para convertirlo en puro aquí del dolor; soy, estoy, con quien me (se) duele, soy el ahora de la compasión para renunciar al aquí de la ideología que distingue los quién conforme a sus coincidencias con mis fines; los fines ideológicos como metas espaciales del éxito de la razón, ¿es bueno que el malo sufra? El absurdo de la simpatía dirá que no, no debe sufrir nadie, el sentimiento manda y la razón ya no gobierna; el Doctor Angélico lo confirma, «en los ángeles, fuera del amor gratuito, no hay otro amor más que el natural, y por tanto, no hay amor electivo.» (1 q.60 a.2), y, antes, «en cuanto que la inclinación natural le ha sido infundida por el autor de su naturaleza.» (1 q.60 a.1) (2). Como sea, se pierde el aquí del hombre para pasar a vivir un ahora idílico y perpetuo, las cosas son en este momento, en aquel o en el otro, por eso «El ángel está por encima del tiempo que mide el movimiento del cielo, ya que está sobre todos los movimientos de la criatura corporal. Pero, en cambio, no está por encima del tiempo que mide la sucesión de su ser después de no ser, ni del que mide la sucesión que hay en sus operaciones; y por esto dijo San Agustín que Dios "mueve a la criatura espiritual en el tiempo"» (1 q.61 a.2). Un síntoma claro de la dificultad que conlleva asumir esta nueva condición utópica (u-topos: en ningún lugar) lo tenemos en el bisoño usuario de teléfonos celulares y su »me encuentro en, »a mí qué me importa donde tú te encuentres, hablo contigo que es lo que quiero, no necesito saber el lugar desde el que hablas, necesito hablar [esto lo sabe bien la publicidad cuando afirma que lo importante es hablar; también lo reconoce Antón Reixa, «Porque hay algunos que ya no es que seamos o estemos, sino que la vida, la tecnología y la angustia nos ha llevado a la extraña y paradójica situación de decir insistentemente la frase "estoy en el móvil" ... Por tanto, somos los que podemos decir "estoy en el móvil" sin temor a ser considerados enajenados. Poco más ... La frase "estoy en el móvil" ratifica nuestra obsesión por ser y estar en algún sitio: la territorialidad de nuestro deseo ... Pero estamos todos juntos en el móvil. Estamos/somos en el territorio fracasado del "no lugar" (3).» (No somos: estamos (en el móvil). Madrid, Diario 16, Extra 16 «Quiénes somos», Martes 16 de Marzo de 1999)]. Pues bien, si el hombre pierde sus raíces, ya puede volar, es puro ahora, mero tiempo sin espacio, ya está en la casa de los dioses y conquista su condición angélica; de eso hablo, del espacio ausente en el nuevo hombre occidental para llegar al puro tiempo presente: estricta condición angélica. Porque «El ángel es el Otro de Dios, sin el cual lo Mismo de Dios no sería posible. La incursión, la recursión del Otro en el Mismo podría servir de paradigma para una vasta gama de descubrimientos antropológicos. (Régis Debray: El Arcaísmo Posmoderno. Lo religioso en la aldea global. Buenos Aires, Manantial, 1996. 77). Sobre este asunto, y en la presentación del catálogo de la exposición TrashMedia (Valencia, CC Purgatori II, 1998), apunté, y, ahora anoto, para mejor comprensión «El Principio Angélico, rector de muchas de las producciones {artísticas} actuales, es el más propio de nuestros días pues de él surge, de manera espontánea y concluyente, un espíritu de nuestro tiempo al que el locus (lugar) de la acción ya no importa porque todo tiende a una sincronía imposible sólo al alcance de los dioses del pasado. Si observamos de cerca nuestras técnicas de comunicación veremos al espacio perder una presencia que va siendo ganada por la realidad de un tiempo que siempre se da al unísono [Paul Virilio (4)]; de idéntica manera que vemos a los razonamientos ideológicos desaparecer ante el avance de un sentimentalismo que lo puede todo y que basa su estar en el mundo en la simpatía y compasión [Alain Finkielkraut (5)], (como sucede con las multinacionales de una lástima -ONG- que exprimen hasta no dejar gota); además, y para mayor confusión, está creciendo un victimismo atroz que nos hace siempre irresponsables (6) (nunca culpables, inocentes) de nuestros actos hasta alcanzar ese grado angélico [Pascal Bruckner (7)] de bonhomía que nos lleva a la perfecta expiación del pecado por su misma imposibilidad. Simpatía, simultaneidad (o sincronía) y victimismo hacen de nuestra realidad última puro vértigo angelical al que sobran lugares y vecinos, tanto como exigen a las obras de arte dislocarse por el espacio expositivo porque el locus del objeto ya no posee importancia, realidad, sino que sólo se atiende a esa modificación en el tempo de la percepción que permite a muchos estar al tiempo ante la obra sin que ocurran interferencias, el espacio ha desaparecido y la obra se ha dislocado por un territorio tal cual permitan sus medidas variables [aquí también podríamos encontrar la presencia ya tediosa de la forma red (8) (su concepto) como mal de época]. Otra peculiaridad que conlleva la dislocación de la obra de arte contemporánea es el incremento de las producciones realizadas a propósito para un lugar y sólo para ése (ahora entendida, la dislocación, en su sentido de pérdida de enraizamiento con el espacio general al que se deben las artes plásticas, al ser sólo posible en un lugar ideal bajo las especiales condiciones del momento de su ejecución, un momento único al ser privativo del lugar contratado para la ocasión (9)), asunto éste que contradice lo anterior apuntado pero que en realidad sólo debela el intento del arte por mantener la exclusividad de antaño, si las cosas se realizan para ése lugar, sólo el propietario de tal lugar (grandes instituciones) puede financiar el asunto (su disfrute), muy lejos del consumidor común, del pequeño fetichista.» Siguiendo los principios descritos podríamos considerar cada uno de los ejemplares de la taxonomía de ángeles (sin atender a la forma perifrástica Ángel de Yahveh para referirse a la Teofanía) referidas por los tratados teológicos, donde se nos indica que estos entes se dividen en nueve coros, según decisión del papa Gregorio Segundo: Serafines (Metatron), Querubines (10), (Ruziel), Tronos (11) (Zabkiel), Dominaciones (12) (Zadkiel), Potestades (Samael), Virtudes (Miguel), Principados (Anael), Arcángeles (13) (Rafael (14), secundado por Miguel (15), Uriel, Gabriel) y Ángeles (Gabriel, auxiliado por Serafín, Querubín, Tarsis, Ariel); algunos autores, en clara querencia hebrea, rescatan el décimo coro de Ángeles compuesto por las Almas cuyo Ángel Superior sería el Alma del Mesías, como hace Robert Fludd, y así nos lo recuerda Joscelyn Godwin (en su libro Robert Fludd. Claves para una teología del universo. Madrid, Editorial Swan, 1987), de quien tomo la anterior relación de nombres propios de los miembros de los distintos coros (63 y 119), si bien reducidos al número (de coros) dispuesto por Gregorio Segundo, como ya advertí, sin excluir aquellos nombres que, procedentes de la tradición apócrifa, no figuran en la Biblia. Puedo traer en este momento, y como ejemplos que no voy a dar, un sinfín de obras contemporáneas que serían vistas como repetición de las actividades del Ángel Exterminador (16), por su inmersión en el estado de perpetua violencia en que nos encontramos, acorde con las órdenes recibidas por el referido Ángel Exterminador, y dentro de los nuevos patrones del net-art y del arte digital, tipos de arte que poseen la característica común de verse desmaterializados por la pérdida de su fisicidad al recurrir a soportes no atómicos, según la expresión que le gusta emplear a Nicholas Negroponte, conocido guru de la era digital, pues la materia de su realidad la constituyen los puros bits del código binario que sustenta la nueva infoesfera por la que nos movemos, «Un bit no tiene color, tamaño ni peso y viaja a la velocidad de la luz. Es el elemento más pequeño en el ADN de la información. Es un estado de ser: activo o inactivo, verdadero o falso, arriba o abajo, dentro o fuera, negro o blanco» (El Mundo Digital. Barcelona, Ediciones B, 1995. 28); porque, en el punto actual que habitamos, cabe tomar en cuenta la afirmación realizada por Giorgio Agamben: De alguna manera, la estética desarrolla la misma tarea que desarrollaba la tradición antes de su ruptura. Volviendo a unir el hilo que se ha despedazado en el entramado del pasado, la estética resuelve ese conflicto entre lo viejo y lo nuevo sin cuya reconciliación el hombre -este ser que se ha perdido en el tiempo y que en él debe reencontrarse, y que por ello a cada instante está en juego su pasado y su futuro- es incapaz de vivir ... De ser cierto, es decir, si la obra de arte es el lugar en el que lo viejo y lo nuevo tienen que arreglar su conflicto en el espacio presente de la verdad, entonces el problema de la obra de arte y de su destino en nuestro tiempo no es simplemente un problema más entre todos los que pesan sobre nuestra cultura, y esto no es tanto porque el arte ocupa un puesto elevado en la jerarquía de los valores culturales (que por otro lado sufre cada vez más un proceso de disgregación), sino porque lo que aquí está en juego es la misma supervivencia de la cultura, desgarrada por un conflicto entre pasado y presente, que en la forma del extrañamiento estético ha encontrado su extrema y precaria conciliación en nuestra sociedad. Sólo la obra de arte le asegura una fantasmagórica supervivencia a la cultura acumulada ... Así la estética no es simplemente la dimensión privilegiada que el progreso de la sensibilidad del hombre occidental le ha reservado a la obra de arte como su lugar más propio, también es el destino mismo del arte en la época en la que, al haberse roto la tradición, el hombre ya no consigue encontrar, entre el pasado y el futuro, el espacio del presente, y se pierde en el tiempo lineal de la historia. El ángel de la historia, cuyas alas se han enredado en la tempestad del progreso, y el ángel de la estética, que fija las ruinas del pasado en una dimensión intemporal, son inseparables. Y hasta que el hombre no encuentre otra forma de conciliar individual y colectivamente el conflicto entre lo viejo y lo nuevo, apropiándose así de su propia historicidad, parece poco probable que se produzca una superación de la estética que no se limite a llevar su desgarro hasta el límite. (El Hombre sin Contenido. Barcelona, Ediciones Áltera, 1998. 180,ss). ______________________________________ (1) Una acuarela fechada en 1920. (2) Encuentro ayuda en Toni Negri, en su Carta a Massimo, Sobre Lo Bello (15.12.1988), donde, tras indicar que «El arte no es el producto del ángel sino la afirmación -cada vez el nuevo descubrimiento- de que todos los seres humanos son ángeles.» (52,s), concluye su reflexión con esta seguridad «Volvamos, para terminar, a la definición, a la definición "republicana" de lo bello que opongo a la definición "angélica". Entendiendo por republicana la tradición que ve lo colectivo como base de la libre producción del ser. Para lo bello, una excedencia, una innovación. Una libertad que es liberada, cada vez más libre, cada vez más potente. Mientras que el ángel es el símbolo de un déficit, de una relación que nunca se resolverá. Una inesperada ilustración de la confusión del ser que se opone a la construcción del ser y a su aclaración colectiva. Qué mal sabor de boca tiene el ángel. Qué impotencia se sorprende expresando. En el fondo, el ángel es todavía la demostración de un poder desengañado y maligno.» (Arte y Multitudo. Ocho Cartas. Madrid, Trotta, 2000. 56). (3) Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar. La hipótesis aquí defendida es que la sobremodernidad es productora de no lugares, es decir, de espacios que no son en sí lugares antropológicos y que, contrariamente a la modernidad baudeleriana, no integran los lugares antiguos: éstos, catalogados, clasificados y promovidos a la categoría de "lugares de memoria", ocupan allí un lugar circunscripto y específico. (Marc Augé: Los «No Lugares». Espacios del Anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona, Gedisa, 1992. 83). (4) En la entrevista publicada en el número 3 (1998) de Acción Paralela entre Catherine David & Paul Virilio, Alles Fertig: Se acabó (una conversación), podemos ver una referencia explícita a la nueva condición angélica del arte «La instalación me interesa porque plantea el problema del lugar y el no-lugar. Tomemos tres ejemplos. En arquitectura, primero, el no-lugar del vestíbulo en la casa burguesa, un espacio semi-público, semi-privado. La gente entra en un espacio semi-virtual, porque entran sin haber sido invitados -como por ejemplo lo hace el cartero. El segundo es la cabina de teléfonos, que también es un lugar semi-privado y semi-público: no hay allí otros cuerpos, tan sólo una voz. El tercero -que apenas ahora está empezando a funcionar- es el portal virtual -la «cámara de llamada». Una habitación habitada por el clon de tu invitado, su espectro. Puedes ver al clon, él te ve, le saludas, hueles su perfume ... Lo único que no puedes hacer es tomarte una copa de vino con él. ¡La tele-cata todavía no es posible! Ese es el ejemplo de la deslocalización definitiva, el encuentro entre espectros, entre ángeles, la dislocación del encuentro real con el otro. El arte participa en esta situación. Su aquí y ahora está también puesto en cuestión.» Pero ya encontramos alusiones implícitas en El Desequilibrio del Terror (1992, 69) «¿Se puede democratizar la ubicuidad, la instantaneidad, la inmediatez, que son justamente los dones de lo DIVINO, dicho de otra manera, de la AUTOCRACIA?», y en El Instante Luz (1990, 105) «Aquí [en una comunicación interactiva en tiempo real] el acontecimiento no tiene lugar o, más exactamente, tiene lugar dos veces; el aspecto tópico cede entonces su lugar al aspecto teletópico; la unidad de tiempo y de lugar es desdoblada entre la emisión y la recepción de señales, aquí y allá al mismo tiempo, gracias a las proezas de la interactividad electromagnética.», ambos recogidos en Un Paisaje de Acontecimientos (Barcelona, Paidós, 1997). Aunque, el problema de la dislocación del hombre contemporáneo, y de su arte, «Al quebrar la unidad del ser, las dimensiones fraccionarias del espacio cibernético permiten transferir a un impalpable DOBLE el contenido de nuestras sensaciones, suprimiendo, junto con la distinción adentro/afuera, el hic et nunc de la acción inmediata.» (El Arte del Motor. Aceleración y realidad virtual. Buenos Aires, Manantial, 1996. 159), puebla toda su obra, en la misma medida que su proposición de un tiempo intensivo sustituto del tiempo extensivo ordinario, «Disimulando el porvenir en la ultra-corta duración de un directo telemático, el tiempo intensivo reemplazará entonces a ese tiempo extensivo donde el futuro todavía se disponía según la larga duración de las semanas, de los meses, de los años por venir.» (La Máquina de Visión. Madrid, Cátedra, 1989. 88). (5) «¿Se ha producido esta reconciliación [entre los hombres]? A modo de pluralidad, las redes y los flujos están edificando una sociedad planetaria. Angélicos, atareados y vigilantes, sus apóstoles están convencidos de encarnar la resistencia contra lo inhumano. Pero esta alternativa entre la euforia comunicacional y los viejos demonios es una falacia. Disimula, bajo la edificante apariencia de un combate primordial, la desaparición de la amistad en la sentimentalidad, el desvanecimiento debido al turismo generalizado de la tradicional distinción entre lo próximo y lo lejano, y por último, la victoria del coloquio mundial del mismo con el mismo sobre el mundo común y sobre la idea de humanidad que la gratitud presupone. El proceso sigue su curso. Los acontecimientos no han llegado a significar un acontecimiento que sacuda al hombre moderno. El reino del sentimiento y la derrota, que sólo puede ser de la ideología, no han puesto fin al imperio del resentimiento. ¿Inutilidad del siglo XX?» (La Humanidad Perdida. Barcelona, Anagrama, 1998. 154). En este mismo sentido ya se había pronunciado Gilles Lipovetsky, «Cuanto más se debilita la religión del deber, más generosidad consumimos; cuanto más progresan los valores individualistas, más se multiplican las escenificaciones mediáticas de las buenas causas y más audiencia ganan. La era posmoralista no significa expulsión del referente ético sino sobreexposición mediática de los valores, reciclaje de éstos en las leyes del espectáculo de la comunicación de masas. El hechizo del deber rigorista termina, empieza el reino encantado de los mediashows interactivos de masas. Se perfila una nueva era, que mezcla las tradicionales parejas de oposición combinando generosidad y marketing, ética y seducción, ideal y personalización.» (El Crepúsculo del Deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos. Barcelona, Anagrama, 1994. 134). (6) «la voluntad del ángel se emplea en cosas opuestas en cuanto a hacer o no hacer muchas de ellas; pero en lo que se refiere a Dios, como ve que es la misma esencia de la bondad, no oscila entre cosas opuestas, sino que, elija ésta o su contraria, a todas se dirige según Dios, en lo cual no hay pecado.» (Tomás de Aquino, o.c., 1 q.62 a.8). (7) «¡No me juzguen: tendrían que ser yo para comprenderme! Cada cual se convierte en una excepción a la que el código tendría que adaptarse, cada cual deduce el derecho de su propia existencia. La ley, en vez de contener los apetitos de un ego desmedido, es requerida para que se ciña al máximo a sus meandros. Pero el sufrimiento cuando nos golpea confiere a ese relativismo un fundamento objetivo: nos purifica y nos gratifica con este regalo inesperado, la candidez recobrada. Y esta candidez no es sólo la ausencia de mal: es la imposibilidad de la maldad, de la villanía. No se trata de la inocencia relativa del hombre falible por naturaleza sino de la inocencia absoluta como estatuto ontológico, la inocencia del ángel que jamás puede pecar. Todo acto emanado de mí no puede ser malo puesto que yo soy su fuente y su procedencia lo santifica: me mantengo puro, incluso cuando por inadvertencia he cometido una falta.» (La Tentación de la Inocencia. Barcelona, Anagrama,1996. 130,s). En este mismo sentido, encontramos la afirmación de Robert Hughes «Desde que nuestra recién descubierta sensibilidad decreta que los únicos héroes posibles son las víctimas, el varón blanco americano empieza también a reclamar su estatus de víctima. De ahí el éxito de esas terapias de culto que nos explican que todos somos víctimas de nuestros padres: que por grande que sea nuestra locura, nuestra venalidad o incluso nuestra violencia criminal, no debemos ser culpados, ya que procedemos de "familias disfuncionales" ... Hemos recibido modelos de comportamiento social imperfectos, o hemos carecido del más elemental cariño, o hemos sido maltratados, o tal vez hemos sido sometidos a la insaciable lujuria de nuestro papi; y si creemos que no ha sido así, ello se debe únicamente a que hemos reprimido nuestra memoria.» (La Cultura de la Queja. Barcelona, Anagrama, 1994. 17,s). Dicho de otro modo, «La lista que enuncia las faltas de los padres es larga: se descargan de su responsabilidad en los enseñantes, dejan que los hijos se embrutezcan delante de la televisión, ya no saben hacerse respetar. A medida que el niño triunfa, las fallas de la educación familiar son más sistemáticamente señaladas y denunciadas. Ya no hay niños malos. Sólo malos padres.» (Gilles Lipovetsky, o.c., 165). En fin que nos hemos vuelto unos 'angelitos' en ese sentido que tiene en español y que equivale a decir unos inocentes niños, a quienes de nada cabe culpar. Aunque a esta inocencia se podría contestar, como hace Margarita Rivière, «¿Ángeles? Ni mucho menos: verdaderos mutantes, un desafío en toda regla a los injustos límites de la naturaleza.» (Crónicas Virtuales. La muerte de la moda en la era de los mutantes. Barcelona, Anagrama, 1998. 70); a propósito de la facilidad con que cambiamos nuestros papeles sexuales (desde una bisexualidad a la moda), o llegamos a modificar nuestro cuerpo para cambiar de sexo o forma. Podríamos apuntar, en este sentido, la obra de la francesa Orlan y sus sucesivos procesos de transformaciones físicas que entienden su propio cuerpo como materia artística y objeto de los mejores cirujanos plásticos; y, fuera del ámbito artístico, que siempre resulta más reducido, el fenómeno de la anorexia como una tendencia decidida hacia la renuncia 'angélica' a la fisicidad del cuerpo. (8) Con su habitual anticipación, Ernst Jünger, advertía «Tendencias parecidas se encuentran también dentro del mundo técnico. Se acentúan a medida que progresa la igualación mediante la automatización. Esas tendencias quieren, de un lado, integrar lo más pronto posible en el proceso a la persona singular o al menos familiarizarla con él, y, de otro, debilitar sus vínculos naturales. Estos son vínculos que individualizan; contradicen la estandarización llevada a cabo por la automatización y su aceleración. El choque propiamente dicho se produce entre el mundo erótico y el mundo técnico y sus leyes. Es un fenómeno de nuestro tiempo y en él se repite el poderoso encuentro entre el organismo y la organización, que es un fenómeno primordial, un protofenómeno. Aparecerá en todas las inflexiones de los tiempos y antes de toda mutación. En la historia no es raro que en los sitios en que se pretende ejecutar algo grande se haga violencia a la Naturaleza y quede afectado el eros. Fenómenos como la ascética, el celibato, el aislamiento del ser humano antes de grandes hazañas físicas o espirituales, antes de consagraciones e iniciaciones religiosas, son conocidos en todas partes. Son fenómenos que van asociados a situaciones y esfuerzos inhabituales. De ahí que no pueda asombrar que también los grandes planes estatales se ocupen de cercenar las exigencias naturales. Es uno de los tributos que la organización impone al organismo, que el Estado impone a los poderes que, como el pueblo y la familia, han tenido un crecimiento natural.» (El Estado Mundial. Organismo y Organización (1960), en La Paz seguido de El Nudo Gordiano, El Estado Mundial y Alocución en Verdún. Barcelona, Tusquets, 1996. 198,s). Un punto de vista coetáneo, y bien distinto, nos ayuda a profundizar en la presencia del concepto 'red' en este contexto angélico «Primer "vector de información", el ángel advierte que "el juego siempre se juega a tres" (Michel Serres). El tercero es el canal. Más exactamente, la red o la estructura técnica de transmisión. Comenzando por un soporte material. Tal sería sin duda el enunciado básico de una mediología. Sin un soporte, el pensamiento sería como la paloma de Kant privada de elemento: incapaz de elevarse. Así, sin el ángel, Dios sería incapaz de descender. Rehabilitar el ángel es rehabilitar la juntura técnica entre los reinos y los niveles de la realidad. Rehabilitar las flechas y los vectores. Era la sustracción misma de lo Absoluto fuera del mundo la que, en el monoteísmo, hacía ineluctable la interfaz, imponiendo el "puente", por lo imaginario, de lo divino simbólico a lo humano efectivo. Como la facultad imaginativa colma la separación abismal entre lo inteligible y lo sensible, el ángel es un monstruo necesario, una fantasía rigurosa, sin la cual lo Increado primordial no habría podido, lisa y llanamente, hacerse escuchar ni reconocer por sus criaturas. (Régis Debray, o.c., 78,s). (9) Dicho de otro modo, la pérdida de autonomía de la obra de arte, que es el gran logro de la modernidad. (10) «Había en el centro como una forma de cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente: tenían forma humana. Tenían cada uno cuatro caras, y cuatro alas cada uno. Sus piernas eran rectas y la planta de sus pies era como la planta de la pezuña del buey, y relucían como el fulgor del bronce bruñido. Bajo sus alas había unas manos humanas vueltas hacia las cuatro direcciones, lo mismo que sus caras y sus alas, las de los cuatro. Sus alas estaban unidas una con otra: al andar no se volvían; cada uno marchaba de frente. En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombre, y los cuatro tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la izquierda, y los cuatro tenían cara de águila. Sus alas estaban desplegadas hacia lo alto; cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí y otras dos que le cubrían el cuerpo; y cada uno marchaba de frente; donde el espíritu le hacía ir, allí iban, y no se volvían en su marcha.» (Ez. 1, 4-12) «En medio del trono, y en torno al trono, cuatro Vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. El primer Viviente, como un león; el segundo Viviente como un novillo; el tercer Viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un águila en vuelo. Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin descanso día y noche: "Santo, Santo, Santo, Señor, Dios Todopoderoso, 'Aquel que era, que es y que va a venir'."» (Ap. 4, 6-8) (11) «Vi veinticuatro tronos alrededor del trono, y sentados en los tronos, a veinticuatro Ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro sobre sus cabezas.» (Ap. 4, 4). «los veinticuatro Ancianos se postran ante el que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas delante del trono diciendo: "Eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; por tu voluntad, no existía y fue creado."» (Ap. 4, 10-11). (12) «y cuál la soberana grandeza de su poder [el de Dios] para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero. Bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo.» (Ef. 1, 19-23) (13) «Del trono salen relámpagos y fragor y truenos; delante del trono arden siete antorchas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios» (Ap. 4, 5) (14) «Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada en la Gloria del Señor.» (Tb. 12, 15) (15) «Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él» (Ap. 12, 7-9). (16) Ex. 12, 23. -- &&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&& beijos em espiral:: besos en espiral:: baisers en spirale:: baci a spirale:: spiral kisses:: spiral kyssar &&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&& _______________________________________________ nettime-lat mailing list nettime-lat@nettime.org http://www.nettime.org/cgi-bin/mailman/listinfo/nettime-lat