Silvestre Byrón on Sun, 28 Apr 2002 22:07:03 +0200 (CEST) |
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[nettime-lat] EAF - "Transgresión" (EAF/Liber) |
"TRANSGRESION" A PROPÓSITO DEL CASO RIGLOS. Asombrosamente, el caso del actor Miguel Riglos (fl. 1970-74) proporciona nuevos informes después de la crónica biográfica, “Transgresión/El extraño caso del actor Miguel Riglos” (1979-92), y el ensayo teórico, “Iniciación teatral” (1994). Tales registros advierten aspectos poco conocidos de su trayectoria. Son relaciones que se apartan de cuestiones existenciarias o estéticas. Lo político. El artista que, desde el estado general, incursiona en lo político. De la carrera teatral a la sindical. Este es el lado oscuro del Caso Riglos. En la Argentina del giro a la izquierda y a la derecha, 1973-74. En lo interno del peronismo; entre el “lopezrreguismo” y la “burocracia sindical”. Riglos como artista-aventurero excedido por las circunstancias; el crimen político. Estos aspectos poco conocidos son los que aseguran «más Riglos». El siguiente texto pertenece a "Transgresión" (EAF/Liber, 2002) La publicación de “El presidente que no fue” (1997) una crónica sobre el gobierno del presidente Héctor J. Cámpora (1973), documentada por el especialista Miguel Bonasso, inesperadamente vino a aclarar aspectos oscuros del Caso Riglos. Detalles de un historial apenas conservados entre lo mismo y lo confuso fueron aclarados y ordenados a partir de este trabajo. Específicamente, indagando en los archivos del peronismo expuestos por Bonasso, comenzó a resolverse un enigma impenetrable durante más de veinte años. La muerte del actor Miguel Riglos. Quienes fueron los responsables de su tragedia. El contexto. La encubierta irracionalidad del sectarismo y la intransigencia como modos de ejercer el poder. Cómo fue aquello. A más de libros y folletos, una hemeroteca y testimonios de testigos, Bonasso tuvo acceso a documentación atesorada por diversos archivos particulares; los doctores Héctor Pedro Cámpora, Esteban Righi y Santiago Díaz Ortíz, entre otros. Los archivos “ocultos” del peronismo. En el Tercer Archivo de “El presidente que no fue”, en alguno de los veintiún capítulos que lo integran, estaría la resolución del acertijo.- Lo político en el Caso Riglos comienza durante el año electoral de 1973. En un momento cívico muy especial. Basta carear la información inherente para advertir el vértigo de aquello. Cuanto hubo de non-fiction. Por un lado, salida electoral del gobierno militar de la Revolución Argentina; por el otro, asunción del mando por el gobierno civil de la Reconstrucción Nacional Justicialista. La sucesión Alejandro A. Lanusse-Héctor J. Cámpora, entre el 11 de marzo y el 25 de mayo. Con la fórmula “Cámpora al gobierno, Perón al poder” se vivió el período conocido hoy como la “primavera” camporista. Un momento en el cual, en un “giro a la izquierda”, se gozaron libertades individuales constitucionalmente amparadas. Un oasis después de tanto autoritarismo militarista, de censura y de coerción. La “patria socialista”. El gobierno de Cámpora, el “gobierno del pueblo”, apenas duró siete semanas. No obstante, hizo crónica. Según Bonasso la primavera camporista discurrió sobre el azul del invierno calendario: “En el aluvión de revistas políticas y de humor que inundaban los quioscos; en las buenas películas que ahora se podrían ver; en la libertad con que los chicos salían a bailar de madrugada o a escuchar un concierto de rock sin temor de que les pidieran documentos, les cortaran el pelo en la comisaría o los reventaran a patadas”. Por entonces ya estaba planteado el esquema patria socialista/patria peronista. La alternativa giro a la izquierda/giro a la derecha. El gobierno de Cámpora renunció el 13 de julio, en lo que se advirtió un golpe institucional. El presidente de la Cámara de Diputados, tercero en el orden de sucesión, Raúl Lastiri, yerno además de López Rega, convocó nuevamente a elecciones. Comenzaba el “giro a la derecha”. El cuatro de agosto, en el Congreso Nacional Justicialista, los peronistas ortodoxos consagraron a María Estela Martínez -Isabel, Isabelita- como compañera de fórmula junto a su marido en el binomio presidencial. Los candidatos Perón-Perón se impusieron en los comicios del 25 de septiembre. La “patria peronista” se instituyó con la asunción del mando el 12 de octubre. En poco tiempo eso no solamente significó el fin de la “primavera” sino un retorno al autoritarismo, a la censura y la coerción, agravado por el terrorismo de Estado. El capítulo quince del Tercer Archivo de “El presidente que no fue”, deja una viva descripción del conglomerado que rodeó la non-fiction argentina. Bonasso lo discierne de este modo: matones de SMATA, la UOM y otras agrupaciones gremiales; la JSP. Cadeneros del Comando de Organización. Pistoleros. Miembros de la Alianza Libertadora. Aparte de militares retirados, policías cesanteados y argelinos convocados por Ciro Ahumada, agente de la SIDE. Eran las “fuerzas” convocadas por Moori Koenig para la custodia del palco presidencial el veinte junio, oportunidad del retorno de Perón a la Argentina. Custodios. Incluyendo agentes de los servicios de Informaciones tan dados al peronismo facistoide de Osinde como al “liberalismo” de Lanusse. “Constituían un conglomerado temible, en el que las caras eran el espejo de los prontuarios: milicos pelados, con los aladares aplastados por la gomina; obesos custodios de los sindicatos; hampones reclutados en las trastiendas de la quiniela y el pase inglés; subhombres suburbanos, con ganas de sacarse del cuerpo los resentimientos; pálidos universitarios de anteojos negros y gruesos mostachos, formados en las tertulias mortecinas del cura Menvieille y Jaime María de Mahieu; pistoleros profesionales como Alejandro Giovenco, a quien Norma Kennedy y Brito Lima habían perdonado cristianamente el asesinato del joven Castro. Entre tantos anteojos y guantes negros se movía un personaje insólito, de barba, melena, gabán y gorra de estudiante dostoievskiano, que buscaba acentuar su parecido a John Lennon con unos anteojitos redondos, con aro de metal, que en algunas fotos empuña una Ingram y en otras un pistolón. El condimento exótico de una pesadilla programada: el beatle asesino”. En su mayoría, entre mercenarios o vocacionales, pertenecientes a la ultraderecha, estos custodios también lo serían del “giro a la derecha”. Apenas conocido el resultado electoral que consagró la fórmula Perón-Perón, José Ignacio Rucci, Secretario General de la CGT, murió asesinado el 27 de septiembre. Reemplazado por Adelino Romero, la agrupación guerrillera Montoneros se atribuyó la muerte del sindicalista. En esta configuración, durante su florecimiento artístico, se dio el caso del actor Miguel Riglos. Su sindicatura y su conjeturado sinarquismo. Bajo la conducción de Romero en la CGT. Como un interregno cívico o institucional en su carrera artística. Curiosamente Riglos no representó al gremio de actores. De hecho, él no era socio de la AAA (Asociación Argentina de Actores) ni de otra representación gremial. Variedades, por ejemplo. Ser delegado del SUTEP. O cuando menos, de los empleados del SUTEP. Cuando Riglos ingresó al sindicalismo lo hizo como delegado de los empleados administrativos de un frigorífico. El Swift Armour SA Argentina. Por una cuestión de verticalismo, según jerarquías, fue sindicalista “de base”. Riglos en el Sindicato del Personal Frigorífico de Carnes Afines y Anexos. Con Personería Gremial # 106, dicha representación gremial está afiliada a la Federación Gremial de la Industria de la Carne, Derivados y Afines, adherida -por otra parte- a la CGT. Su sello es la rueda dentada, las manos tomadas del escudo argentino y como emblemas del gremio, el cuchillo y la chaira. De cualquier modo su gestión debió ser breve y, se supone, poco relevante en el centro de poder sindical. Gestión desempeñada entre octubre y diciembre del 73. Aunque se ignora su actividad. Los alcances de su puesto gremial. No parece que hubiera nada heroico en él. Algo altamente reivindicativo o cosa muy declarante. Su actividad parece impuesta a ser administración más que gestión. En todo caso, pudo tener algún entredicho a nivel de burocracia; de pensamiento administrativo burocratista, centralizado y verticalista. Se ignora si aquello fue en el Swift Armour de Avenida de Mayo 749 o Ingeniero Huergo 1335, en Alem 986 o Lisandro de la Torre 2406. ¿Riglos en Salta 1121, sede del Sindicato del Personal Frigorífico? ¿Ante la Federación? Imposible rastrear ese camino. Reconstruirlo en el plano virtual de la crónica; el “sindicalismo” de Miguel Riglos. Intereses encontrados entre la CGT de Romero, las 62 Organizaciones de Lorenzo Miguel, los ministros Ricardo Otero, titular de la cartera de Trabajo, y José López Rega, de Bienestar Social, no tardaron en involucrarlo. Internas y contradicciones de la Reconstrucción. Sindicalismo (burocracia sindical) y lopezrreguismo (extrema derecha). Aunque sucintos, el Caso Riglos registra hechos políticos referidos por su protagonista. Él mismo relató los datos tal como siguen: A mediados de noviembre comenzaron los llamados telefónicos. A Riglos se lo amenazó y se lo provocó telefónicamente; esto es, anónimamente. Hasta hubo un encuentro callejero. Matones. Las amenazas continuaron durante diciembre. Incluyendo un nuevo encuentro. Y un saldo: la internación de Riglos en el Hospital General de Agudos Ramos Mejía y una afección renal. Recuperado, durante enero y febrero del 74, volvió a su actividad artística. Alejado de toda sindicatura. No obstante su salud quedó suficientemente dañada como para requerir nuevas internaciones. Hasta aquí los hechos. El 29 de junio Perón delegó el mando. Días después, el primero de julio, Isabel anunciaba por los medios la muerte del presidente. El mismo día también falleció Romero, el dirigente de la central obrera. Como fuera, la CGT y las 62 Organizaciones dispusieron un paro general mientras el Gobierno Nacional decretaba duelo nacional. En el luctuoso ambiente del 74, silenciosamente, Riglos murió cuatro días después. Tortuoso como todo movimiento de masas, el peronismo estratégicamente estableció un ala izquierda y un ala derecha. Lo cual supuso también una serie de alabeos. El llamado movimiento “pendular” del justicialismo. Sólo así se entiende la alternativa giro a la izquierda/giro a la derecha. Llevado al absoluto, ese alabeo también comportaba el encontronazo entre los “bolches” y los “fachos”. El extremismo. Ultras de izquierda, ultras de derecha. Según el movimiento pendular de 1973, Riglos pudo ser visto entre las dos alas del justicialismo. Un bolche para los fachos; un facho para los bolches. Actor venido de la oposición del teatro independiente y de la opcionalidad underground ¿un bolche?. Como delegado gremial ¿un facho?. Riglos ¿la “juventud maravillosa” o un “infiltrado”? Acorde a la alternativa sindicalismo/lopezrreguismo, ¿habría militado en la Juventud Sindical Peronista? La JSP opuesta a los “centros” de ultraderecha y de ultraizquierda: “Ni gorilas, ni trotskistas, PERONISTAS”. ¿O tal vez en la Juventud Política de la República Argentina? ¿La minúscula Jotaperra de Julio Yessi? Lo cierto es que nada lo relaciona directamente con ninguno de estos cuadros. Y por lo mismo, incomodó a todos. Evidentemente Riglos cayó mal parado. Entre fuerzas en disputa. Y con alguna gratuidad, como una víctima de las circunstancias. Tanto fuera por sus búsquedas religiosas dentro del umbandismo o por una cuestión de fervor patriótico, Riglos buscó integrarse -institucionalmente, activamente- a la Reconstrucción. Aquella decisión debió estar más influida por la razón oculta del misticismo que por un cálculo político. Y con todo se involucró en una guerra ajena. Entre los intereses de la burocracia sindical y del lopezrreguismo. Incomodando a ambos. Sin conciencia, probablemente, de encontrarse en un fuego cruzado. No parece, a raíz de las informaciones recientemente adquiridas, que la agresión de la cual fue objeto, hubiere sido responsabilidad del hampa. Así se creyó por años. Como una ironía. El bajo mundo suburbano con el cual Riglos alternaba, por entonces seguía haciendo sus negocios en la calle, el bar y las estaciones de trenes. A ojos vista. Ilegalmente. Sexo y marihuana; algún “balurdo”. La hermana hampa de Dante A. Linyera. El mundo de Fray Mocho y de Roberto Arlt. Donde Miguel Riglos, como un artista-malandrino, era un François Villon. Lejos de la política y el sindicalismo. En los espacios de punguistas y estafadores, coimeros y facinerosos, de mangueros. La agresión mal podía venir de ese mundo. Sin ningún tipo de romanticismo el “apriete” del que Riglos fue objeto era obra del conglomerado descripto por Bonasso. Los “custodios” de la patria peronista: desde matones de SMATA, de la UOM o de la JSP, hasta militares, policías y agentes de los servicios. Cualquiera pudo hacerlo. El conglomerado. ¿Matones del gremio frigorífico? ¿El beatle asesino? Lo mismo da. Lo político del Caso Riglos concluyó sin pena ni gloria. Sin heroicidad, ni santidad. Silenciosamente. La Obra Social del Sindicato del Personal Frigorífico lo asistió burocráticamente en las internaciones que sobrevinieron y así concluyó la relación entre el sindicalismo y Riglos. Algo que puede ser tomado como una “caída” dentro de la lucha política. Por entonces nadie lamentaría ni celebraría al “compañero Riglos” caído como un oscuro delegado. Periodístico. Todo acercamiento al caso, hasta ahora, tuvo ese carácter. Falta todavía una mirada que permita un acercamiento menos subjetivo. Faltan las perspectivas necesarias. Puntos de vista que, formulados, permitan comprender al caso más allá de lo periodístico. Dos son, para comenzar, las perspectivas sugeridas: los hechos y el derecho. Por un lado cuenta la personalidad de Miguel Riglos. Cómo era él. En el mundo. Ante el “fuero” sindical. Esto supone un conocimiento de sus reglas del juego. Y el contraste entre dos modos de ser. Al verticalismo burocrático y centralizado del sindicalismo, a su ordenamiento militar, se opuso una intencionalidad progresista denominada por el afán de perfección. Posiblemente subestimara la estructura sindical o sobreestimara sus propias fuerzas. Cuestión de percepciones. De modos de ver. Riglos era un hombre joven pero experimentado. Tanto en los rigores de la lucha por la vida y en la carrera artística. Socialmente, en sus relaciones con el bajomundo. Simpatizante de la causa peronista, no pertenecía a la Militancia. No era un ser político. Era demasiado aplomado para “ganar la calle” o corear estribillos. No daba para ninguna forma de agitación. Resulta inimaginable suponer a un actor que en escena interpretaba un texto surrealista de Rene Daumal, con un cuidado fraseo de pausas y murmullos: “Blanco y negro y blanco y negro atención, quiero enseñarles a morir, cierren los ojos, aprieten los dientes, ¡clac!, ya ven, no es nada difícil... “Blanco y negro y blanco y negro y negro y blanco. “Les hablo sin pasión blanco, negro, blanco, negro, ¡clac!, es mi eterno grito de moribundo ese grito blanco, ese agujero negro...” voceando, ganando la calle: “¡Qué lindo, qué lindo, qué lindo que va a ser. El Tío en el gobierno y Perón en el poder!” “¡Perón, Evita y el Tío Camporita!” Salvo por lo teatral, carecía de “mensaje” para la humanidad. De ambiciones o sueños de poder. Así de aplomado era. Con todo aquel aplomo fue insuficiente para controlar los términos dogmáticos del absolutismo sindical. Quizá resultara demasiado sutil en su modo de ser para las maneras prepotentes de los “custodios”. Algo más, por lo tanto, que una cuestión de urbanidad. A todo esto debe sumarse la cuestión del sinarquismo imperante en aquel tiempo. En cualquiera de sus variantes. Sinarquismo de izquierda o sinarquismo de derecha. Aquello fue algo así como una religión natural montada por el “realismo fantástico” y las librerías donde imperaban el esoterismo y la ciencia ficción. Posiblemente, por una cuestión de misticismo, muy característico de la época y particularmente encendido en su personalidad, Riglos hizo una percepción sinarquista de su rol sindical. Una utopía más en la Argentina del 73. Hasta aquí la personalidad de Riglos ante la estructura de dominación sindical y el irracionalismo prevaleciente. Un hombre cuyo perfil político quedó difuso. Esquivo. Como algo inasible. Como los hechos de su personalidad. Imposibles de ser actualizados. Así de inasibles fueron. Por otro lado está lo jurídico. En este orden, el Caso Riglos prescribió en 1977. Ya no quedan evidencias. Ni testigos. Todo se ha disperso. O se ha esfumado con el paso del tiempo. No hay modo alguno para una pericia forense, para empezar. No existe chance para una necropsia. En una palabra, no hay nada jurídico que se pueda hacer. Nada susceptible de ser inscripto en un saber científico. Queda en cambio, al modo de Bonasso, la reconstrucción cronística. La non-fiction como vía de conocimiento. A partir de la investigación contenida en este doc como un medio de poner más claros y distintos los detalles del caso, se abre la posibilidad de completarlo. Aun más, de quitarle saldos de subjetivismo, sensacionalismo o moralismo ínsitos en una comunicación periodística. Esto sugiere un investigador apto a tal objeto de estudio. Con los recursos que la especialización proporciona. Esto asevera «más Riglos». EAF/2002.- Conectate a Internet GRATIS con Yahoo! Conexión: http://conexion.yahoo.com.ar _______________________________________________ Nettime-lat mailing list Nettime-lat@nettime.org http://amsterdam.nettime.org/cgi-bin/mailman/listinfo/nettime-lat