Silvestre Byrón on Thu, 18 Mar 2004 05:56:37 +0100 (CET) |
[Date Prev] [Date Next] [Thread Prev] [Thread Next] [Date Index] [Thread Index]
[nettime-lat] EAF - Cáttedra Sciacca |
EAF/Portfolio Cáttedra Sciacca LOS DOS IDEALISMOS Y LA AUTODISOLUCION DEL PENSAMIENTO MODERNO Legendario editor de los Giornale di Metafisica (1946), actualizado por la Web, el filósofo italiano Michele Federico Sciacca (1908-1975) creó una teoría “de la integridad” vinculando doctrinas de la vida y la razón. Es autor de “Studi sulla filosofia moderna. (Marzorati. Milán, 1964). Inherentes a la cuestión de Dios en la filosofía, dos proposiciones publicadas como “L’autodissoluzione del pensiero moderno” (Quaderni di Roma # 1-2; 1948) e “I due idealismi” (Humanitas #3; 1949), revelan la incoherencia y dilución del mundo moderno. El principio de la interioridad.- La historia de la filosofía occidental conoce dos formas fundamentales de Idealismo: el de la Idea objeto de la mente, y el de la Idea como producto del pensamiento al que le es inmanente. El primero es el Idealismo objetivo (no objetivista), el segundo es el Idealismo subjetivo y subjetivista en sus formas empiristas; uno y otro presentan notables diferencias internas. El idealismo objetivo es llamado también platónico por el nombre del descubridor de la Idea eterna, inmutable, universal y trascendente, con la que Platón identifica la verdadera realidad, es decir, la realidad inteligible. Aquí no nos interesa tratar los caracteres del idealismo platónico, ni poner de relieve sus dificultades y los desarrollos que ha tenido en la historia de la filosofía, sino advertir que fue el Ateniense el que por vez primera, siguiendo las huellas de Parménides, descubrió el Mundo inteligible, la Realidad que es objeto del intelecto, eternamente verdadera, verdadera en sí, absolutamente, real en sí, incondicionalmente, la Idea: objeto del pensamiento no puede ser sino lo que es inteligible o puede transcribirse en términos de inteligibilidad; descubrió lo que es la verdad para el intelecto, y con ella identificó lo real: Realidad = Idea = Verdad. Ésta es la esencia de la metafísica de Platón y de toda metafísica platónica. De lo que se sigue: a) si la Idea es eterna e inmutable; b) si es tal, no es «puesta» o «producida» o «creada» por nuestro pensamiento, sino que es antes e independientemente de él, objeto trascendente respecto al mismo pensamiento, que no es eterno y es mudable; c) por consiguiente, el pensamiento «descubre» o «conquista» la verdad que busca, pero ésta es antes de la búsqueda y del descubrimiento, así como también lo será después; mejor dicho, ni antes ni después: es eternamente, inmutable. De donde tenemos: a) la verdad o la idea tal y como es conocida por el intelecto humano no es como es en sí; una cosa es la Verdad en sí, otra la verdad en nosotros; b) lo que el intelecto conoce es una imagen refleja e inadecuada de la Verdad en sí: el mundo inteligible pensado por el hombre no es el Mundo inteligible en sí; hay participación, pero precisamente por esto distancia entre la Idea en sí y la idea pensada, intervalo entre lo Inteligible en sí y lo inteligible reflejado en el intelecto; c) por consiguiente, el conocimiento humano de la Idea es mediato: entre la idea y el intelecto está la imagen de aquella reflejada en este último, imagen que por analogía nos da a conocer lo Inteligible sin hacernos penetrar su esencia; d) por esto, el conocimiento filosófico es contemplación (la Idea es objeto contemplado por el intelecto contemplativo, que se comporta como si estuviera fijo en ella) pero activa vida del intelecto hecho para gozar de la verdad, y al mismo tiempo aspiración perenne, eros indomable (inquietud, manía incluso) que se lanza más allá de la imagen, hacia la Idea, de modo que el intelecto se identifique con el objeto a que tiende. Dos mundos, pues: el inteligible, y el nuestro de participación; dos formas de una única verdad: la Verdad en sí y la verdad en nosotros, que es participada y refleja; por consiguiente, la verdad no es humana sino «divina» o suprahumana, mientras que humanos son su búsqueda y descubrimiento, el grado y el modo de su conocimiento. Queda confirmado que la Idea es objeto eterno e inmutable de la mente creada y sometida a cambio, la cual, en cuanto participa de ella, tiene en sí algo de divino que le asigna un destino ultraterreno, el Mundo inteligible cuyo conocimiento después de esta vida está reservado a quienes han vivido en la contemplación del Absoluto elevándose de lo sensible a lo inteligible con el intelecto y la acción; las ascensión del pensamiento desde las cosas a las Ideas es también proceso de purificación, práctica de virtudes, ascesis. A Plotino le cabe el mérito de haber unificado las Ideas en el Nous divino, de haber hecho de ellas el contenido eterno de la Mente suprema, lo Pensado del Pensamiento absoluto, en que el Pensamiento y lo Pensado se identifican: el Nous, la misma Verdad o Logos; la Verdad, el mismo Nous o Inteligencia. El idealismo platónico pasó a la filosofía cristiana de los primeros siglos a través de la elaboración de Plotino; Agustín, el genio que tradujo esta herencia pagana en términos de filosofía cristiana, fue, por esto mismo, el padre del platonismo o del idealismo cristiano. Él, en efecto, asimiló del platonismo cuanto podía concordar con la Revelación, sin introducir, no obstante, como elementos componentes e intrínsecos, los datos revelados en su especulación, aunque deja obrar como motivos inspiradores: identifica el Nous plotiniano con el Verbo, Cristo, la Verdad que ilumina a todo hombre que viene a este mundo; acepta de Platón y de Plotino el principio metafísico de que lo real en cuanto real es verdad, pero la Verdad en sí de Agustín no es el platónico Mundo inteligible, ni el Uno plotiniano, sino el Dios cristiano vivo y creador, amor, luz, vida. También para Agustín la verdad es objeto interior del intelecto, no creada sino descubierta por él, por lo que lo sobrepasa y trasciende: la razón juzga por las immutabiles regulae que la mente intuye, pero que las reglas juzgan a la razón sin ser juzgadas por ella; por consiguiente, la verdad de los juicios es dada por las reglas de las que la razón se sirve para juzgar de todo y de sí misma, pero, insisto, permaneciendo por encima de ella, en cuanto que vienen de Dios a la mente que ve en la luz divina. El intelecto humano es capaz de verdades universales y objetivas porque existe la verdad universal y objetiva antes e independientemente de él: sólo si la verdad es objeto eterno de la mente y no su producción, hay verdad; sólo si existe la Verdad en sí, divina, existe la verdad en nosotros, humana. Por esto, también para Agustín, la verdad, tal y como es intuida por la mente, no es la Verdad en sí (no vemos directamente a Dios o las cosas en Dios y las ideas como son en Él), sino una imagen, un reflejo de ella: videmus per speculum et in aenigmate; conocemos mediatamente, por analogía. Pero la presencia de la verdad en nosotros, que es más que la razón y que la misma mens, es el testimonio irrefutable de la existencia de la Verdad en sí, de Dios. «Verdad en nosotros» no significa «innata» en el sentido del innatismo platónico –ideas preformadas dentro de nosotros, olvidadas y luego recordadas con ocasión de la experiencia sensible- sino presencia de la verdad, visión o intuición de ella, dado que la luz divina resplandece en el alma incluso cuando esta última está fuera de sí misma, y el Maestro interior habla dentro incluso cuando el alma está ocupada en otra cosa. No innatismo, sino interioridad de la Verdad: está en nosotros, operante y viva, la verdad que nos trasciende, aguijón que nos mueve a trascendernos porque la verdad en nosotros es más que nosotros, nos sobrepasa, aun sin dejar de ser nuestro nosotros más profundo. Por otra parte, la unidad substancial de cuerpo y alma –toda alma creada singularmente por Dios y, por tanto, personal- y la indestructibilidad de la criatura pensante destinada a la salvación en el Padre a través del Hijo, permiten a Agustín dar un constitutivo ontológico al ente infinito, que en Platón y en el neoplatonismo corre el riesgo de disolverse en la impersonalidad de la Idea y del Absoluto. Con estas certeras correcciones metafísicas y gnoseológicas, el Platonismo, como si hubiera sido canonizado, pasó al pensamiento occidental, del que fue el alma hasta comienzos del siglo XIII, sosteniendo al mismo tiempo sobre sus robustas espaldas la ortodoxia de la Iglesia. Santo Tomás repensó a Agustín a través de Aristóteles sin oponerse, no obstante, a su platonismo esencial; en efecto, también para el Aquitane la verdad es objeto de la mente, descubierta y no creada por ella: Santo Tomás conserva el realismo metafísico y gnoseológico del agustinismo, aunque con acentos diversos. Por tanto, para el idealismo greco-cristiano, la idea (la realidad, la verdad) es objeto necesario y universal, que trasciende la mente; no puede ser pensada por la mente, pero el hecho de que esta última la piense no significa que la cree, que la haga ser pensándola; por el contrario, existe el pensamiento en cuanto piensa la Idea, no existe la Idea en cuanto el pensamiento la piensa: sólo en Dios se identifican el Pensamiento y lo Pensado, ya que en Él la verdad es su esencia. Después de Santo Tomás, el Idealismo agustiniano –del Humanismo a Pascal, de Vico a Rosmini y hasta nuestros días- ha combatido contra las corrientes de pensamiento que se han alejado de la línea clásico-cristiana de la filosofía occidental. * * * Desde sus comienzos, el pensamiento moderno se ha orientado hacia posiciones especulativas que, por lógica interna, han conducido a un nuevo idealismo, antitético del idealismo objetivo, es decir, subjetivo y, por tanto, espúreo con respecto al de Platón y Agustín; el idealismo moderno y contemporáneo no es una profundización sino una desnaturalización del greco-cristiano. Ya con Descartes –aun cuando, para el filósofo francés, Dios siga siendo el fundamento de toda verdad- la razón se hace a sí misma regla absoluta del conocimiento, casi el artífice de la verdad; pero es con el empirismo moderno cuando el término «idea» adquiere un significado opuesto al del platonismo: para Locke, es el contenido de la conciencia subjetiva; para Hume, el recuerdo de una impresión sensible. La idea no es el objeto inteligible intuido por el intelecto y con el que la razón juzga sobre todas las cosas; es subjetiva lo mismo que la sensación de la que deriva, de la que es una débil representación subjetiva; de donde se sigue la negación de la verdad objetiva: si la verdad es en su totalidad el resultado de una formación por parte del hombre, será, como toda cosa humana, subjetiva, mudable y contingente. No hay juicios universalmente válidos; es imposible conocer la substancia de las cosas, probar la existencia de Dios y la inmortalidad del alma, saber si esta última es material o espiritual, y si también piensa la materia; no es válido el principio de causalidad, etc.: toda la metafísica clásica, platónica o aristotélica, es rechazada. Negada la objetividad de la Idea, queda negada la verdad, y, con ella, el objeto del pensamiento y, por tanto, de la filosofía; los intereses prácticos prevalecen sobre los teóricos: la filosofía deja de ser contemplación (no hay objeto que contemplar) y se hace acción, revolución (la francesa es hija del Iluminismo); deja de probar racionalmente y aconseja la «creencia», por motivos prácticos, en los principios que la razón presume haber demolido como mitos o ilusiones. Las posiciones metafísicas del idealismo objetivo son trastocadas: la razón no juzga según las ideas objetivas universales y necesarias a que ella misma está sujeta, sino que juzga las mismas ideas. ¿Basándose en qué criterio, habida cuenta de que las ideas no son ya las reglas del juicio, sino que ellas mismas están sujetas a juicio? En el de la experiencia sensible, mudable y contingente; luego no hay juicios objetivamente válidos; las mismas ideas, sensaciones debilitadas y transformadas, son puros contenidos de la conciencia; el hombre queda al nivel de su animalidad, ya que de él solo se puede conocer lo que cae bajo los sentidos, y se halla sujeto a las mismas leyes válidas para los otros seres de la naturaleza: todos sus problemas son vistos en esta perspectiva y reducidos dentro de estos límites. Kant trata de fundar, después del idealismo empírico de Hume, la validez de la razón y la objetividad del conocimiento racional, pero acepta del pensamiento moderno el concepto de que la verdad es producida por la razón, cuyos principios no son verdades objetivas a las que la razón debe someterse, sino sus «condiciones» o «funciones» universales y necesarias. Las categorías son objetivas, no en el sentido de objeto de la mente, sino en el de las formas de la actividad de la razón en general y por esto privadas de contenido propio. Por consiguiente: el criticismo excluye que las categorías tengan un contenido; que lo inteligible sea objeto de conocimiento; que la mente tenga intuiciones intelectuales; por tanto, niega la Idea tal y como es entendida por el idealismo objetivo. A lo largo del camino indicado por Kant y a través de la elaboración que del criticismo habían hecho Fichte, Schelling y el idealismo alemán en general, Hegel elabora la forma más coherente de idealismo trascendental o inmanente: niega que la idea sea objeto de la mente, identifica su proceso con el de la razón y la disuelve en el devenir del espíritu a través de sus momentos dialécticos. Con Hegel y los neo-hegelianos (especialmente con el actualismo de Gentile), el nuevo idealismo alcanza su elaboración completa en contraposición con el idealismo objetivo del que deriva, no obstante, pero del que es un producto espúreo en cuanto niega precisamente el valor ontológico de la Idea y atribuye a la razón la capacidad de crear ella misma la verdad: concepción de la razón contra la razón. * * * En la filosofía moderna y contemporánea se ha impuesto el idealismo trascendental, inmanente y subjetivo; de aquí la llamada «crisis» de la filosofía: negación de la verdad, que es objetiva y no subjetiva, objeto intuido por la mente, no como es en sí misma, sino como pueden intuirla las mentes creadas y finitas; infinita y, por consiguiente, orientada a una finalidad metahistórica: negar la objetividad de la Idea es negar la verdad que equivale a negar la existencia de Dios. Por esto, la filosofía, por un lado, se ha hecho escéptica, relativista, pragmática, intuicionista, voluntarista, vitalista, problemática, neo-empirista, todo menos teoresis; y por lo demás, negada la verdad como objeto inteligible y Dios como principio y fin del hombre, se ha hecho historicismo, culturalismo, cientificismo, sistema político-económico guiado por las técnicas, mundanismo. Nuestra época está privada de verdad y, por tanto, de fundamento: ha perdido el sentido del ser, el significado de la Idea, que ha de recuperase no en el sentido del realismo platónico, sino en el de la objetividad agustiniana, no en el innatismo, sino en el del interiorismo: de la verdad en nosotros a la Verdad en sí. Se impone a la filosofía el problema de Dios porque es intrínseco a la estructura ontológica del hombre, y la filosofía es esencialmente discurso sobre el hombre; por consiguiente, se le impone por intrínseca necesidad, no desde fuera, como problema que pueda incluso no plantearse; y el proceso vivo del pensamiento llevado hasta el fondo conduce a la solución positiva. Por tanto, la indiferencia o la solución negativa de este problema se hallan en contradicción con la esencia y el dinamismo del mismo pensamiento, lo contradicen; pero una filosofía que contradice al pensamiento, se autodestruye, peca contra su intrínseca y auténtica racionalidad, contra sí misma: cuando la razón entra en conflicto con la razón, ya no hay filosofía, existe el absurdo. Por esto, «el fin de Dios», la «muerte» de la teoresis y de la metafísica marcan el fin de la filosofía, porque se plantea como búsqueda inauténtica y no racional, contraria a la misma estructura del pensamiento; y si hubiera de hablar de autenticidad, me referiría a la metafísica como reflexión sobre el hombre integral y sobre Dios, búsqueda del más allá interior y trascendente; por esto, el pensamiento «moderno» marca el fin del hombre y de lo humano. FUENTE: Estudios sobre filosofía moderna. Luis Miracle, Editor. Barcelona, 1966. SCIACCA EN INTERNET www.Lepos.it/collane/collane.htm www.disspe.unige.it/pag4.htm www.Lib.berkeley.edu/Collections/Romance/ita11001 www.unige.it/strutture/ou/staff/DISSPE www.rosmini.altea.it/rosm2b.htm www.tilgher.it/meta.html EAF/2004.- http://www.geocities.com/eaf_underground http://www.geocities.com/eaf_iniciacion ------------ Los mejores usados y las más tentadoras ofertas de 0km están en Yahoo! Autos. Comprá o vendé tu auto en http://autos.yahoo.com.ar _______________________________________________ Nettime-lat mailing list Nettime-lat@nettime.org http://amsterdam.nettime.org/cgi-bin/mailman/listinfo/nettime-lat